Batalla de la Vuelta de Obligado. |
Los
diversos actos con el Instituto señalara este año el aniversario del combate de
Obligado –en San Pedro y en la Capital
Federal-, encierran, además de un nuevo reconocimiento a los
héroes de aquélla jornada trascendente, el propósito de un desagravio a su
memoria. En efecto, manos no tan anónimas que no puedan ser identificadas en su
intención, han destruido el pequeño monumento recordatorio que este mismo
Instituto levantara allí donde un puñado de argentinos diera sus vidas en
defensa de la soberanía nacional, frente a las fuerzas coaligadas de Francia y
de Inglaterra. Un hecho semejante, en un país que no fuera el nuestro, habría
provocado el estallido de la indignación en el ánimo de quienes están, por
razones de cultura, informados de la esencia y del significado de aquél hecho
de armas. A esa reacción generosa habría seguido, naturalmente, la pareja
reacción popular. Pero aquí las cosas han sucedido inversamente: la minoría
ilustrada, sorpresivamente en el poder, realizó el hecho inicuo ante un pueblo
que, amenazado por las bayonetas de ocupación, hizo de su rencor la más
obstinada de las resistencias. Los nietos espirituales de quienes traicionaron
a la Patria
desde Montevideo, como se ve, no acaban de prosternarse ante el amo de siempre,
recrudecido en ellos aquel sentimiento de cipayos que señalara con visión
profética D. Roque Sáenz Peña en la legislatura de 1845.
El
Instituto, como en los pródromos de 1934 y en el acto de 1938, llevará leguas
arriba de San Pedro, sobre las barrancas del Paraná, su palabra vindicatoria.
Desde entonces a hoy han pasado muchos años y muchos sucesos se han precipitado
en el país, vertiginosamente. Mucho esfuerzo perdiose en la maraña de la
polémica de cada día, en la discusión aparentemente inoperante y en los largos
y pacientes trabajos de conciliación de la historia con la política de nuestra
nacionalidad. Los tiempos han sido de confusión, a veces, pero en el fondo los
hombres que han perseverado al frente del Instituto no pueden sino sentirse
satisfechos. La verdad, pese a todo, se hubo abierto paso. Nuestro objeto no ha
sido jamás el de reducir a las minorías al reconocimiento de un error que
profesan a sabiendas. Repitamos esto: las minorías interesadas en la
tergiversación de los hechos históricos, las minorías que se inspiran para sus
negocios presentes en el espíritu de Caseros, saben que traicionan al País
porque están al servicio de su desmembración. No es a ellos a quienes habremos
de dirigirnos. El conocimiento de la verdad sólo interesa al pueblo de la República que, por otra
parte, la intuye. La acción de Obligado, por lo mismo, no admite dos
interpretaciones. El historiador que afirmara que la “destrucción a martillazos de las cadenas de Obligado pudo considerarse
como símbolo de la apertura de los ríos a la libre navegación”, sabe sin lugar
a dudas que escamoteaba la verdad. No se trataba simplemente de
internacionalizar un río interior, sino de desmembrar un territorio, crear en
sus orillas un rosario de pequeñas factorías y destruir, por el mercantilismo,
su apretada unidad de origen.
Todos
los padecimientos de nuestro país en el largo siglo transcurrido desde entonces
a nuestros días, reconocen su causa en aquellos momentos de lucha por una
definición, luchas que en Obligado alcanzan la belleza de lo trágico. Es a esos
héroes anónimos, hombres y mujeres, tan rabiosamente enraizadas con la tierra
argentina, a quienes el Instituto rinde nuevamente homenaje en nombre de una
línea nacional que nace y que se identifica con la Patria misma.
Fuente:
Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas nº 18, Buenos Aires, Cuarto Trimestre 1958.
Fuente:
Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas nº 18, Buenos Aires, Cuarto Trimestre 1958.