Por el profesor Carlos Pesado Palmieri
En este doloroso tiempo argentino, colectivo y personal,
un libro que me obsequiara el inolvidable y querido profesor Luis Buján en la
Navidad de 2003, que abandonara a medio terminar, me ayuda hoy a repensar el
“buen combate” al que nunca renunciamos.
Para Castellani no hay un “estilo de pensar argentino,
somos copistas, y a esta hora debería haber un modo de pensar argentino”.
De allí que recuerde una frase del mismo que supe citar mucho en mi lejana
juventud: “Tarea y deber sacro de la Inteligencia Argentina es pensar la
Patria”, precisamente el título del capítulo XIX parcialmente analizado.
Del encuentro de Castellani con Lugones, Randle extrae
con sapiencia del encuentro entre esos dos grandes intelectuales nativos, la
valoración fecunda realizada por varias generaciones en décadas, casi
centenarias ya: “Fíjense bien – lo esencial es invisible a los ojos-,
después de todo, el cristianismo comienza con un hombre conversando
tranquilamente con sus amigos, en una apacible (y aparentemente inútil)
caminata, al borde de un lago”.
Y para concluir como impresionó a Castellani el genio de
Lugones, su descripción memorable del vate: “Trae el modelo de hablar y de
sentir del argentino, el paisaje argentino, las gentes de tierra adentro, las
reacciones sentimentales argentinas, las bases subconscientes de nuestro pensar,
las voces de la tradición histórica, los ecos de nuestras leyendas, y al final,
la afirmación de nuestro cristianismo católico, apagado y bastardeado si se
quiere; e incluso esa devoción a María Santísima que es timbre de nuestro
cristianismo hispánico”
Que dura y triste verdad la del Padre cuando afirmaba que habíamos elegido conscientemente: “la gloria y el dolor de seguir perteneciendo a este país enfermo”. (…)
“Un país que no sabe bien adonde tira, / un país que mira
bizco cuando mira, / un país que ha consentido que lo nutran con mentira.”
Acaso no vivenciamos en la trágica realidad de nuestros
días este derrumbe moral colectivo, el pus de una corrupción enquistada en
dirigentes, instituciones, y en el mismo pueblo que degradado por una pobreza inexplicable,
la que tiene claros agentes comprometidos con su estallido los que son
responsables, por cierto, de sumir en la miseria a un porcentaje inaudito de
compatriotas, quitándoles con dádivas demagógicas la propia dignidad.
Pero nos alienta Don Leonardo cuando afirma: “Pero
mientras no me conste que todo está viciado y no hay ya resquicio a la
esperanza, tengo derecho -tengo derecho porque tengo deber- de propugnar todos
los valores humanos y culturales creados por la Iglesia de Occidente, y que
llevan para mí el nombre de República Argentina”.
Verlaine…Verlaine, el gran poeta francés perteneciente al
movimiento simbolista del siglo XIX, bien traducido por Castellani en estos
breves versos: “Amar la patria es el amor primero /y es el postrero amor
después de Dios;/ y si es crucificado y verdadero / ya son un solo amor, ya no
son dos”.
Glosando
al querido Padre bien podemos decir que a la Patria puede amársela por más fea,
sucia y enferma que se encuentre porque así amó Cristo a su nación “cosa de
Dios que por propia culpa estaba dejándolo de serlo” (…) y antes que fuera
demasiado tarde, no le dijo requiebros sino amenazas, desde el borde abrupto
que domina por el Norte la ciudad de Jerusalén. Y lloró sobre ella”.
Es
sabido que por formación histórica yo no he sido liberal nunca. Tampoco lo fue
Castellani. Pero hoy por hoy nuestro país subdesarrollado, -para nuestro
sacerdote más bien “arrollado”- tiene un síndrome que suelo llamar del “cangrejo”, esos crustáceos
del orden de los decápodos, dado que analógicamente en nuestras preferencias político-ideológicas
solemos movernos
generalmente hacia los costados y hacia atrás.
Todos
los remedios que se nos ofrecen electoralmente, salvo la desquiciada izquierda,
son del más crudo liberalismo. En fin, más allá del caos que nos espera y de
reconocer que la declamada soberanía territorial y económica, como asimismo el
proteccionismo, fueron un bluff [1]
de incompetente aplicación, venimos ahora a desembocar en soluciones
quirúrgicas de los siglos XIX y XX. Vaya con la novedad.
Para
Castellani el liberalismo es, en su concepción de las cosas, -señala Randle-,
la raíz de todos los enigmas que enfrenta quien quiera comprender con alguna
clarividencia por qué el país no se arregla. Para él “no había solución
posible de nada sin la erradicación del liberalismo”.
Más a pesar de haberse reiterado mucho que no es bueno
para naciones como la nuestra, no existe ya resistencia a la prédica liberal.
Su triunfo ha sido completo y su resurrección en el ahora, un vendaval.
Es por eso que Castellani afirmó que nuestra República no
era una nación sino un problema; dejemos pues que la ciudadanía elija en estas
elecciones según lo entienda, aunque las opciones para nosotros no existan.
Buen amigo lector que la Providencia guíe vuestra
elección. Fuerza, Coraje y Fe.
Vayan para cerrar estas líneas unos versos del Castellani
eterno.
“Una cosa me aflige, me enerva y descabala / que de los
liberales la cosa es muy remala / y la defienden bien. Y por ruindad fatal / la
nuestra, que es la buena, la defendemos mal”.
LAUS DEO
[1] Montaje propagandístico destinado a crear un prestigio que posteriormente se revela falso.