miércoles, 1 de julio de 2020

EN EL DÍA DEL HISTORIADOR ARGENTINO




En el año 2002, el Congreso de la Nación instituyó el 1 de julio como el “Día del Historiador” por Ley 25566, fecha en la que se conmemora la iniciativa del Primer Triunvirato que ordenó “se escriba la historia de nuestra feliz revolución para perpetuar la memoria de los héroes y las virtudes de los hijos de América del Sud, y la época gloriosa de nuestra independencia civil, proporcionando un nuevo estímulo y la única recompensa que puede llenar las aspiraciones de las almas”.
Ese fue el origen de la historia oficial de la Patria, tantas veces luego, deformada por gobernantes e ideologías en boga, que instauraron Olimpos de vencedores y más próximo a nuestro tiempo, de vencidos; pero todo ello en perjuicio de la Verdad, que es la suprema búsqueda de los hombres de bien y específicamente, objetivo y labor irrenunciable de todo historiador.
Fue señalado que en “los inicios de nuestra vida emancipada, la responsabilidad recayó en el Deán Gregorio Funes. Su Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán y el breve capítulo titulado Bosquejo de la Revolución constituyeron la primera interpretación del proceso histórico iniciado en 1810”.
Quienes hemos tenido por tarea docente y de investigación un largo y desvelado accionar enamorados de la diosa Clío, aún sin merecimientos suficientes, nos sentimos comprendidos por la reciente efemérides, ya mayor de edad, del 1 de julio como Día del Historiador.
Muchas páginas de la historia universal, de los clásicos cronistas de Occidente, de nuestra historia americana y argentina se anidan tras ávidas lecturas, en nuestra memoria encendida y fiel aún.
Las distintas escuelas historiográficas y sus principales protagonistas, con fuertes debates y enriquecedores diálogos siguen siendo ecos sonoros en nuestro desarrollo intelectual.
Por supuesto también los enrolamientos finales en alguna de las escuelas en permanente disputa y con inevitables costos, según los sectarios por momentos poderosos, que condenaron al silencio la voz y los escritos de sus oponentes.
Algo de estos impuestos ostracismos pueden relatar, los enrolados en el revisionismo clásico argentino. Pero demos al olvido estas injusticias y amarguras.
A lo largo de toda mi vida, he leído, asistido a conferencias, seminarios y cursos, dialogado y debatido con muchos historiadores de valía, de todas las corrientes historiográficas argentinas, respetándolos y valorando muchos de sus aportes, en constante actitud de aprendiz.
Liberales, marxistas y católicos tradicionalistas en nuestro país y en intercambio fecundo en encuentros y en rico epistolario que bien guardo, con historiadores españoles e hispanoamericanos, dado mi escaso saber en lenguas, pero siempre he despreciado a los panfletarios y a quiénes sin pudor, han plagiado meritorias obras haciéndolas propias.
Omitiré los nombres de los que saludo y honro en mi santoral laico de la disciplina, por temor a olvidar a algún inefable maestro, en el homenaje que se merecen y que en estas líneas hago.
Y callaré también aquellos de fama y grandía pero dudoso honor, porque es suficiente conocer sus pecados, sin ser necesario en esta efemérides que no los comprende, delatarlos.
DIOS en todo y en todos.
Cárlos Pesado Palmieri