Cornelio Saavedra. |
Por Carlos Pachá
En nuestra, adrede, capciosa y difusa historia se lo llegó a tildar del “prócer gris”, expresión sarcástica que intenta resaltar la exigua importancia que se le atribuye al presidente de la Primera Junta de Gobierno Patrio. Y esto acontece para exaltar la figura de su adversario Mariano Moreno a quien se le atribuye un exagerado protagonismo en las jornadas mayas. Se forja todo un montaje mendaz para erigir la figura del “jacobino” en desmedro de la decisiva actuación de Don Cornelio Saavedra.
No hace falta más que interiorizarse un tanto del papel que jugaron ambos personajes en Mayo de 1810 y años anteriores para que podamos afirmar sin ambages que sin Moreno la revolución se hacía igual (o sea que lo de “numen” es fruto de la imaginación calenturienta de los liberales de ese entonces) pero sin Saavedra era imposible. Hagamos un pequeño ejercicio de lógica y llegaremos a la conclusión que Saavedra disponía del elemento más valioso que se requiere para producir profundos cambios políticos: La fuerza, o sea, el poder militar que se requería para imponer la emancipación de la Colonia. Sólo con grandes oradores o pensadores no se gesta una revolución, éstos cobran importancia en una etapa posterior de organización, nunca como punta de lanza.
Siguiendo en esa línea de ideas podemos reflexionar que la Patria había nacido ya durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, en donde los criollos debieron valerse por sí mismos para conservar su libertad. Allí también quedó palmariamente demostrada la impotencia de España para proteger sus territorios coloniales. Esta fue la causa decisiva que impulsó al espíritu revolucionario e independentista de mayo y no la “Revolución Francesa” ni los autores de la “Enciclopedia francesa” ni siquiera las revoluciones americanas precedentes, como por ejemplo la de Estados Unidos. Nada templó los espíritus como la autosuficiencia demostrada en aquellas agresiones británicas.
Inclusive desde el punto de vista matemático Saavedra tuvo una larga y trajinada participación efectiva en la lucha por este país en poco más de dos décadas del siglo XIX. En cambio, Moreno falleció al año siguiente de la revolución sin contar que no participó de los Cabildos de mayo, es más tuvieron que notificarle en su domicilio que había sido designado secretario de la Primera Junta.
Nos guiamos por la notable obra de Hugo Wast, Año X, cuando afirma: “…La Revolución de Mayo, fue una revolución militar…”. “…El pueblo de Mayo tuvo una intervención tan desanimada en los sucesos de aquellos días, que se puede afirmar que sólo actuó a ratos, como espectador y no como actor…”.
Con estas afirmaciones Gustavo Martínez Zuviría (tal su verdadero nombre, Hugo Wast es un seudónimo) intentó demostrar que el pueblo participó con más ahínco y fiereza en defensa de la ciudad en 1806 y 1807 que en 1810.
Dando por tierra con la imagen escolar de la Plaza de Mayo colmada de público con la anécdota del doctor Leiva, síndico del Cabildo y abogado consultor de Cisneros junto con Moreno, cuando se asoma hacia la plaza y espeta: “…y el pueblo,¿ donde está?...”. La porción de “pueblo” que participaba estaba movilizado por los jefes militares que exigían un “golpe de timón”. A las 9 y media de la mañana de ese día 25, habían comparecido al cabildo los jefes de los diversos cuerpos existentes en la ciudad: Patricios; Artilleros; Migueletes; Granaderos de Fernando VII; Arribeños; Dragones; Ingenieros; Húsares del Rey, etc. Quien llevaba la voz cantante era Cornelio Saavedra caudillo del movimiento y comandante del célebre cuerpo de Patricios. Incluso es él y otros oficiales quienes ante la actitud dubitativa de los cabildantes comienzan a arrastrar sus sables por las galerías del edificio en actitud intimidatoria.
Saavedra: Breve biografía
Los Saavedra era una familia de origen andaluz asentadas en América desde el siglo XVI y XVII uno de los más reputados antecesores era Hernandarias de Saavedra.
El 15 de setiembre de 1759 nació Cornelio Saavedra en la villa de Potosí en el Alto Perú, fueron sus padres el capitán Santiago Felipe de Saavedra y de La Palma (Alcalde y regidor de Buenos Aires entre 1770 y 1790) y Doña María Teresa Rodríguez de Güiraldes. Arribó a Buenos Aires a los ocho años de edad y en 1773 ingresó al Colegio San Carlos donde inició cursos de filosofía. Ya en 1801 a raíz de sus estudios y talento fue nominado Alcalde de 2º voto en el Cabildo de la mencionada ciudad.
Tal como lo describe en sus memorias su carrera militar comenzó con las invasiones inglesas. Allí Liniers identificó a los diversos grupos urbanos que se organizaron para la resistencia, entre otros, el cuerpo de Patricios integrado por porteños compuesto por tres batallones con casi 1400 plazas.
Estos combatientes, proclamaron a Saavedra como primer jefe y comandante, el día 6 de setiembre de 1806.
Primera Invasión Inglesa (1806). Antecedentes y preparativos
En abril de 1806, la flota del Comodoro Home Popham aprovechó la circunstancia de que España había sido derrotada en el mar por Inglaterra y se encontraba aliada a Napoleón para aventurarse sobre el Río de la Plata.
Qued a así resuelto el ataque a Buenos Aires. Zarparon de Ciudad del Cabo los barcos llevando más de 1.000 soldados entre los que se encuentran los efectivos del aguerrido regimiento escocés 71. El comandante de estas fuerzas fue el general Guillermo Carr Beresford, veterano de muchas campañas y por ello el hombre indicado para intentar el plan. La fragata "Leda" se adelantó al grueso de la flota y navegando hacia las costas americanas con la misión de reconocer el terreno. Esa nave es la que delata, en la Banda Oriental , la presencia inglesa a las autoridades del Virreinato.
Qued
Los ingleses no podían estar más equivocados, cuando pensaron que la conquista de Buenos Aires iba a ser fácil y segura. El comodoro Home Riggs Popham, estaba convencido de que la llegada de las fuerzas inglesas seria celebrada por los habitantes, oprimidos por el poder español, de Buenos Aires y los partidarios del libre comercio.
La realidad no fue tan fácil para los invasores. El 14 de abril de 1806 zarpó la expedición al mando del comodoro Popham, transportando las fuerzas dirigidas por el general William Carr Beresford, que seria nombrado gobernador, para excluir la posibilidad que Popham quisiera independizar al Plata.
El 25 de junio las naves inglesas estaban frente a Buenos Aires, y entre las once y las doce comenzaron a desembarcar sus efectivos, en las playas de Quilmes, con toda tranquilidad y sin la menor oposición. Esto ocurría a la vista de todos los testigos que miraban desde la Fortaleza , la Alameda y desde algunos techos. Un oficial ingles escribiría años mas tarde "Nuestro ejército efectivo, destinado a conquistar una ciudad de más de 40.000 habitantes, con un inmenso cuerpo para disputarnos la entrada en ella, se componía solamente de setenta oficiales de toda graduación, setenta y dos sargentos, veinte tambores y 1466 soldados; haciendo un total general de 1635." Mientras las chalupas iban y venían desembarcando ingleses, las embarcaciones de guerra porteñas permanecieron ancladas sin recibir orden alguna.
La ciudad cayó en dos días sin mucha pelea. El pueblo le echó la culpa a la ineficacia y cobardía del virrey marques de Sobremonte, que se mantuvo inactivo y ordenó a las fuerzas y voluntarios porteños que hicieran lo mismo, hasta que, en fuga, el virrey ordenó al brigadier José Ignacio de la Quintana iniciar las tratativas de capitulación. En realidad Sobremonte cumplía órdenes dispuestas por el protocolo español, donde indicaban que debía refugiarse en el interior del virreinato para proteger los caudales públicos y a la vez remontar un ejército para reconquistar la capital. A la tres de la tarde del 27 de junio de 1806, bajo lluvia y frío, desfilaron los soldados ingleses por las calles de la capital virreinal, estirando la fila para parecer más. "Los balcones de las casas estaban alineados con el bello sexo, que daba la bienvenida con sonrisas y no parecía de ninguna manera disgustado con el cambio", comenta nuestro cronista ingles. Una de las anécdotas jugosas es producida por Martina Céspedes quien tenía una pulpería que atendía con sus hijas mujeres. Un día durante la ocupación siete militares británicos ingresaron a su local y comenzaron a ingerir bebidas alcohólicas con la abundancia que lo hacen los sajones, incentivados por la propietaria que los atendió muy generosamente. Como colofón el grupo de soldados entraron en sopor y fueron presa fácil de Martina y sus hijas quienes los ataron y los encerraron en una habitación. Acto seguido las féminas notificaron a Liniers y les entregaron los prisioneros, salvo uno que Martina se reservó para la mayor de sus hijas que aún permanecía célibe.
El gobernador de Buenos Aires, Beresford, consciente de la necesidad de no irritar a la ciudad evitaba cuidadosamente toda medida despótica y durante ese mes y medio de dominación inglesa desplegó un tacto singular: ratificó las leyes españolas, confirmó a todos los funcionarios públicos, garantizó la protección de todas las personas y de sus bienes y de la Iglesia Católica. Castigó también, severamente a los soldados ingleses que cometían delitos o abusos.
El 28 la ciudad estaba como muerta, no se abrió ninguna tienda ni pulpería y el mercado de la plaza estaba desierto. Los ingleses comenzaron a hacer guardia en las esquinas de la Plaza , en los portales de la Recova y del Cabildo, y en las calles, abatidas por la sudestada y el frío. Causaba escándalo e indignación entre los habitantes de Buenos Aires la actitud de algunos criollos para con los ingleses, ya que muchos se acercaron al invasor ofreciendo su colaboración. En los días siguientes empezarían a deambular por las calles de la ciudad patrullas y rondas realizadas por los alcaldes de barrio, dos vecinos y dos soldados ingleses, destinados a conservar el orden.
Ya el 29 de junio se comenzó a trabajar por la liberación de Buenos Aires, se hizo desde dentro. Los más serios y violentos eran un grupo de catalanes que luego se les dirá la Junta catalana. Estos catalanes fueron los mas perjudicados por el gobierno ingles, ya que los españoles estaban bien con el comercio monopolista, y no con el mercado abierto que impuso el gobernador inglés. Principiaron a observar a los ingleses, estudiando sus movimientos y los lugares de sus guardias.
El primero de julio se celebró una comida en la casa de Martín de Sarratea a la que fueron invitados los jefes ingleses, noticia que escandalizó a la ciudad. Muchas familias invitaban a los oficiales ingleses a las tertulias, estos participaban, como si nada hubiera pasado, de la vida social porteña. La mayoría de los oficiales de Beresford habían sido alojados en casas de familia, sin que se las hubiera obligado. El pueblo llano detestaba a esta gente y los consideraba traidores, así será que luego de la reconquista muchos losquieren ajusticiar. "...parecía que teníamos en la ciudad algunos amigos ocultos, pues casi todas las tardes, después de oscurecer, uno o más ciudadanos criollos acudían a mi casa para hacer el ofrecimiento voluntario de su obediencia al gobierno británico [...] El número llegó finalmente a cincuenta y ocho" dice el capitán inglés Gillespie. El día 3 de junio los ingleses se dedicaron a tomar juramento a todos los oficiales españoles ante el ya citado capitán que era comisario de prisioneros. El 7 de junio prestaron juramento de fidelidad a Inglaterra las autoridades de Buenos Aires y a partir del 10 lo tenían que hacer los vecinos más importantes y principales de la ciudad. Manuel Belgrano huyó de la ciudad hacia su campo en la Banda Oriental , para evitar la jura de fidelidad, ya que él era secretario del Consulado, muchos siguieron su ejemplo.
Casi todos querían sacarse de encima al gobierno inglés, mucha gente comenzó a organizar intentonas. Los catalanes mas arriba nombrados, al mando de Felipe de Sentenach, se reunieron una semana después de la conquista, para planear la reconquista, y predominó la idea de minar el Fuerte y el cuartel de la Ranchería y acampar en las inmediaciones de Buenos Aires con una fuerza de 1000 hombres voluntarios que invadirían la ciudad luego de la voladura de los bastiones ingleses. Mas tarde se reunieron en la casa de Martín de Álzaga, donde debatieron como reclutar a la gente.
Había quienes querían sorprender a los ingleses y degollarlos. Estos liderados por Juan Trigo y Juan Vázquez Feyjóo fueron invitados a unirse a los catalanes, más que nada para que no se delaten por tanta imprudencia. Se reunían dinero y armas en casas particulares, en los almacenes y barracas. Para poder cavar la mina debajo del Cuartel de la Ranchería los catalanes alquilaron una casa cercana donde se ubicó la boca del túnel. Se dice que el mismo Sentenach entró disfrazado al cuartel de la Ranchería para estudiar la disposición y ubicación de los dormitorios de la tropa inglesa.
Estos mismos catalanes se comunicaban con el gobernador de Montevideo, y este les respondió el 18 de julio que ya había tomado las prevenciones necesarias para la reconquista de la ciudad y que disponía de mil hombres, 12 lanchas cañoneras y cinco goletas. La tropa será embarcada en Colonia y desembarcará en Olivos, aunque luego tendrá que virar hacia el Tigre.
El 2 de agosto los ingleses atacaron a Pueyrredón y a los voluntarios reclutados por los catalanes en Perdriel, dispersándolos a los cuatro vientos. Si bien lucharon con coraje y valentía, la mayoría estaban muy mal armados. Por estos días se sabía que el Virrey Sobremonte, que estaba en Córdoba, se preparaba para marchar sobre Buenos Aires, quizás, un poco tarde.
El 6 de agosto Liniers desembarcó en el Tigre con más de 1000 hombres y artillería. Dos días antes, el gobernador ingles, Beresford, manifestaba que había concluido el nefasto sistema del monopolio y que la población podría gozar de los beneficios de las producciones de otros países. Pero los días en que Buenos Aires formó parte del imperio Británico llegaban a su fin.
En la tarde del 12 de agosto de 1806 los ingleses, ahora acantonados en el fuerte, se rindieron ante las fuerzas de Liniers y la increíble cantidad de voluntarios que llenaron la Plaza pidiendo las cabezas de los ingleses. Los ingleses se defendieron duramente, cada calle cada esquina, muchos cuerpos quedaron en las calles porteñas como saldo.
El 8 de octubre del mismo año el Virrey Sobremonte le extendía a Saavedra los despachos de comandante graduado de teniente coronel de “La Legión de Patricios Voluntarios Urbano de Buenos Aires”.
Junto a Martín Rodríguez, comandante interino, organizaron y entrenaron la tropa a un óptimo nivel, poniéndolos a un pie de igualdad con los soldados europeos.
En enero de 1807 viajó a Montevideo a defenderla de la agresión del general Auchmuty, iba con 600 patricios que integraban un ejército de más de dos mil plazas. A mitad de camino se anoticiaron de la caída de Montevideo y decidieron regresar recuperando un parque de artillería en Colonia del Sacramento trasladando a Buenos Aires el valioso material bélico.
El 29 de junio de 1807, 12.000 ingleses al mando del general John Whitelocke desembarcaron en Barragán y marcharon sobre Buenos Aires. Liniers los esperó del otro lado del Riachuelo con sus fuerzas divididas en 3 columnas. Saavedra por pedido propio encabezó la vanguardia con sus Patricios. En varias jornadas de sangrientos combates con la participación del pueblo de Buenos Aires, el ejército inglés fue rendido el 7 de julio con la capitulación de todos los generales y la evacuación de 7800 soldados. Saavedra había dado buena cuenta de las columnas que encabezaban Pack y Cadogan.
Cuando Martín de Álzaga se alzó contra Liniers (1/1/1809), Saavedra respaldó a este último con toda energía y rápidamente dispersó a los sublevados.
El 19 de Mayo de 1810, reunidos los jefes militares con Cisneros en la Fortaleza, Saavedra impuso sus célebres palabras: “…habiendo caducado el gobierno español el pueblo debería proveer a su propia seguridad…”.
Luego de diversas reuniones algunos cabildantes intentaban sostener a Cisneros como cabeza de una Junta de Gobierno entre cuyos vocales hacían figurar a Saavedra, pero esta estratagema se diluyó con la definición de los acontecimientos del día 25 con la designación de los miembros de la Primera Junta de Gobierno presidida por Saavedra como no podía ser de otra manera. Ocupando este cargo fue promovido a coronel y luego a Brigadier de ejército.
Desde entonces se incrementaron sus divergencias con Mariano Moreno y era lógico, ambos encarnaban dos posiciones irreconciliables en las aspiraciones del país que pensaban organizar.
La visión de Moreno era “for export” es decir miraba el futuro con ojos extranjeros, encabezaba el grupo que quería romper no sólo los lazos políticos sino también los culturales con España. Pensaba que nuestros males devenían de nuestro origen hispano generando la leyenda que si nos hubieran colonizado los sajones alcanzaríamos un desarrollo como los Estados Unidos o Canadá, quizás desconocían que Kenia y Zimbawe, entre otras muchas, fueron colonizadas por Inglaterra. Adhería fervientemente al liberalismo económico desarrollado por los británicos. Este brusco cambio lo experimentó Moreno en muy poco tiempo ya que había sido un defensor de la condición de colonia española que detentábamos, vale recordar que Moreno había participado en 1809 a favor de la insurrección de Álzaga en contra de Liniers.
En cambio Saavedra posaba su mirada hacia adentro del país era un ferviente católico y rechazaba los postulados de la Revolución Francesa y por ello era tildado de conservador.
Estas diferencias no se saldarían con la muerte de Moreno ni con la desmembración del aparato “morenista” en las jornadas del 5 y 6 de abril de 1811 en que se produjo la llamada revolución de los “orilleros” porteños que encabezaron Joaquín Campana y Tomás Grigera, que apoyaban Saavedra y que contaba con el estímulo del Deán Funes.
Saavedra presidió la Junta hasta agosto de 1811 cuando estimó necesario concurrir al norte para reparar el desastre producido en la batalla de “Huaqui” también llamada “El Desaguadero” con la que perdimos definitivamente el Alto Perú.
A la semana de haber arribado a Salta, le notificaron que había sido separado de la Junta y de la presidencia de la misma y los complotados le ordenaban que entregase sus tropas a Juan Martín de Pueyrredón.
Saavedra era acusado de “carlotista” porque había recibido correspondencia de Carlota Joaquina de Borbón, que le solicitaba su apoyo para reinar en Buenos Aires, esquelas que Saavedra nunca respondió.
Quien más difamó a Saavedra fue Bernardo de Monteagudo, sucesor de Moreno en la dirección del periódico “La Gazeta”. Cuando Posadas asumió como Director Supremo se agudizaron las persecuciones a nuestro prócer llegando, incluso, a sustentársele un “Juicio de Residencia”. A la sazón se encontraba en San Juan, desde allí envió instrucciones a su apoderado para que organizara su defensa, pero éste no pudo encontrar ningún abogado que aceptara defenderlo ya que el gobierno de la logia producía miedo en Buenos Aires.
La Asamblea del año XIII decidió expatriarlo permanentemente por su participación en las jornadas de la revuelta popular del 5 y 6 de abril de 1811.
Se asiló en Chile donde permaneció poco tiempo ya que producido el desastre de Rancagua volvió de incógnito hacia la zona de Cuyo, pasando necesidades que sólo San Martín mitigó. Tiempo después se dictó una amnistía para los desterrados políticos con la excepción de Saavedra y Joaquín Campana.
Finalmente el Cabildo que sucedió al Directorio de Alvear declaró a Saavedra repuesto en su empleo y honores y el Congreso en 1818 cerró su causa. Pueyrredón le extendió los despachos de Brigadier General de los Ejércitos de la Nación. Presto servicios militares activamente, incluso, en la lucha contra los belicosos indios ranqueles con quienes llegó a concertar la paz.
Con motivo de la muerte del General Antonio González Balcarce, Saavedra asumió el Estado Mayor de Ejército, transcurría la primavera de 1819.
A consecuencia de los acontecimientos de la anarquía del año 20 debió asilarse nuevamente, esta vez en Montevideo de donde regresó en octubre de ese año al afirmarse el gobierno de Martín Rodríguez. Prosiguió prestando servicios militares hasta fines de 1821.
El 28 de febrero de 1822 durante la reforma militar pergeñada por el pérfido y taimado Rivadavia (Siniestro personaje de nuestra historia que inexplicablemente cosecha una gran cantidad de homenajes. No existe pueblo o ciudad de este país que no tengan una calle, una plaza y una escuela que no lleven su nombre) fue pasado a retiro junto con Miguel de Azcuénaga y Juan Martín de Pueyrredón.
En 1826 contando casi 67 años de edad, se ofreció a luchar en la guerra contra Brasil. Gesto que el Ministro de Guerra, Coronel Marcos Balcarce, agradeció.
En las últimas horas del 29 de marzo de 1829 falleció a raíz de un ataque cardíaco. El 16 de setiembre, durante el interinato de gobierno del General Juan José Viamonte se decretó que sus restos fueran depositados en un mausoleo del cementerio del Norte (Hoy La Recoleta donde aún permanecen).
Se había casado en 1788 con Francisca de Cabrera y Saavedra, prima hermana suya que falleció 10 años después, de cuyo matrimonio tuvo cuatro hijos: Mariano Saavedra y Cabrera (n.1790); Diego Martín Saavedra y Cabrera (n.1792); Manuel José Saavedra y Cabrera (n.1794) y Francisco Saavedra y Cabrera (n.1796).
En 1801 se casó, en segundas nupcias con Saturnina Bárbara de Otárola del Rivero (n. 1771) con la que engendró ocho hijos: Agustín José Pío Saavedra y de Otárola (n.1802); Melitón José Saavedra y de Otárola (n.1804); Pedro José Saavedra y de Otárola (n.1805); María Mercedes Saavedra y de Otárola (n.1806); Dominga Saavedra y de Otárola (n.1808); Mariano Eusebio Saavedra y de Otárola (n.1810); Francisco Saavedra y de Otárola (n.1811) y María Francisca Saavedra y de Otárola (n.1815).